TRANCO IV

Diablo Cojuelo by Luis Vélez de Guevara: Full text in Spanish

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Dejemos a estos caballeros en su figon almorzando y descansando, que sin dineros pedian las pajaritas que andaban volando por el aire[238] y al fenix empanado[239], y volvamos a nuestro astrologo regoldano[240] y nigromante enjerto, que se habia vestido con algun cuidado de haber sentido pasos en el desvan la noche antes, y, subiendo a el, hallo las ruinas que habia dejado su familiar en los pedazos de la redoma, y mojados sus papeles, y el tal Espiritu ausente; y viendo el estrago y la falta de su Demonuelo, comenzo a mesarse las barbas y los cabellos, y a romper sus vestiduras[241], como rey a lo antiguo. Y estando haciendo semejantes estremos y lamentaciones, entro un diablejo zurdo, mozo de retrete de Satanas, diciendo que Satanas su senor le besaba las manos[242]; que habia sentido la bellaqueria que habia usado el Cojuelo; que el trataria de que se castigase, y que entre tanto se quedase el sirviendole en su lugar. Agradecio mucho el cuidado el Astrologo y encerro el tal espiritu en una sortija de un topacio grande, que traia en un dedo, que antes habia sido de un medico, con que a todos cuantos habia tomado el pulso habia muerto. Y en el infierno se juntaron entre tanto, en sala plena, los mas graves jueces de aquel distrito, y haciendo notorio a todos el delito del tal Cojuelo, mandaron despachar requisitoria para que le prendiesen en cualquier parte que le hallasen, y se le dio esta comision[243] a Cienllamas, demonio comisionario que habia dado muy buena cuenta de otras que le habian encargado, y llevandose consigo por corchetes a Chispa y a Redina, demonios a la veinte[244], y subiendose en la mula de Linan[245], salio del infierno con vara alta[246] de justicia en busca del dicho delincuente.

En este tiempo, sobre la paga de lo que habian almorzado habian tenido una pesadumbre el revoltoso Diablillo y don Cleofas con el Figon[247], en que intervinieron asadores y torteras, porque lo que es del diablo, el diablo se lo ha de llevar, y acudiendo la justicia al alboroto, se salieron por una ventana, y cuando el alguacil de Corte con la gente que llevaba pensaba cogellos, estaban ya de esotra parte de Getafe, en demanda de Toledo, y dentro de un minuto, en las ventillas de Torrejon, y en un cerrar de ojos, a vista de la puerta de Visagra, dejando la real fabrica del hospital de afuera a la derecha mano; y volviendose el Estudiante al camarada, le dijo:

–Lindos atajos sabes: malhaya quien no caminara contigo todo el mundo, mejor que con el Infante don Pedro de Portugal, el que anduvo las siete[248] partidas del.

–Somos gente de buena mana–respondio el Cojuelo.

Y cuando estaban hablando en esto, llegaban al barrio que llaman de la Sangre de Cristo y al meson de la Sevillana[249], que es el mejor de aquella ciudad. El Diablo Cojuelo le dijo al Estudiante:

–Esta es muy buena posada para pasar esta noche y para descansar de la pasada; entrate dentro y pide un aposento y que te aderecen de cenar; que a mi me importa llegarme esta noche a Constantinopla a alborotar el serrallo del Gran Turco y hacer degollar doce o trece hermanos que tiene, por miedo de que no conspiren[250] a la Corona, y volverme de camino por los Cantones de los esguizaros[251] y por Ginebra a otras diligencias deste modo, por sobornar con algunos servicios a mi amo, que debe de estar muy indignado contra mi por la travesura pasada; que yo estare contigo antes que den las siete de la manana.

Y, diciendo y haciendo, se metio por esos aires como por una vina vendimiada, meando la pajuela[252] a todo pajarote y ciudadano de la region eterea, a fuer de los de la jerigonza critica[253], y don Cleofas se entro a tomar posada, que, aunque estaba llena de muchos pasajeros que habian venido con los galeones y pasaban a la Corte, con todo, al gueesped nuevo hicieron cortesia, porque la persona de don Cleofas traia consigo cartas de recomendacion[254], como dicen los cortesanos antiguos.

Convidaronle a cenar unos caballeros soldados aquella noche, preguntandole nuevas de Madrid, y despues de haber cumplido con la celebridad de los brindis por el Rey (Dios le guarde), por sus damas y sus amigos[255], y haber dado las aceitunas[256] con los palillos carta de pago de la cena, se fue cada uno a recoger a su aposento, porque habian de tomar la madrugada para llegar con tiempo a Madrid, y don Cleofas hizo lo mismo en el que le senalo el Gueesped, sintiendo la soledad[257] del companero en algun modo, porque le traia tan entretenido; y haciendo varios discursos sobre el almohada, se quedo como un pajarito[258], jurando al silencio de las sombras, como lo demas del mundo, el meson de la Sevillana el natural vasallaje con el sueno, que solas [las][259] grullas, los murcielagos y lechuzas estaban de posta a su cuerpo de guardia, cuando a las dos de la noche unas temerosas voces repetian: “iFuego, fuego!” despertaron a los dormidos pasajeros, con el sobresalto y asombro que suele causar cualquier alboroto a los que estan durmiendo, y mas oyendo apellidar “ifuego!”, voz que con mas terror atemoriza los animos mas constantes, rodando unos las escaleras por bajar mas apriesa, otros, saltando por las ventanas que caian al patio de la posada, otros que, por las pulgas u temor de las chinches, dormian en cueros, como vinagre, hechos Adanes del baratillo[260], poniendo las manos donde habian de estar las hojas de higuera, siguiendo a los demas, y acompanandolos don Cleofas, con los calzones revueltos al brazo y una alfajia que, por no encontrar la espada, hallo acaso en su aposento, como si en los incendios y fantasmas importase andar a palos ni a cuchilladas, natural socorro del miedo en las repentinas invasiones.

Salio, en esto, el Gueesped en camisa, los pies en unas empanadas de Frenegal[261], cinchado con una faja de grana de polvo[262] el estomago, y un candil de garabato en la mano, diciendo que se sosegasen; que aquel ruido no era de cuidado; que se volviesen a sus camas, que el pondria remedio en ello. Apretole don Cleofas, como mas amigo de saber, le dijese la causa de aquel alboroto; que no se habia de volver a acostar sin descifrar aquel misterio. El Gueesped le dijo muy severo[263] que era un estudiante de Madrid, que habia dos u tres meses que entro a posar en su casa, y que era poeta de los que hacen comedias, y que habia escrito dos, que se las habian chillado en Toledo y apedreado como vinas[264], y que estaba acabando de escribir la comedia de Troya abrasada, y que sin duda debia de haber llegado al paso del incendio, y se convertia tanto en lo que escribia, que habria dado aquellas voces; que por otras experiencias pasadas sacaba el que aquello era verdad infalible como el decia; que para confirmallo subiesen con el a su aposento y hallarian verdadero este discurso.

Siguieron al Gueesped todos de la suerte que estaban, y entrando en el aposento del tal Poeta, le hallaron tendido en el suelo, despedazada la media sotanilla, revolcado en papeles y echando espumarajos por la boca, y pronunciando con mucho desmayo: “iFuego, fuego!”, que casi no podia echar la habla, porque se le habia metido monja. Llegaron a el muertos de risa y llenos de piedad todos, diciendole:

–Senor Licenciado, vuelva en si y mire si quiere beber o comer algo para este desmayo.

Entonces el Poeta, levantando como pudo la cabeza, dijo:

–Si es Eneas y Anquises, con los Penates y el amado Ascanio, ?que aguardais aqui, que esta ya el Ilion hecho cenizas, y Priamo, Paris y Policena, Hecuba y Andromaca han dado el fatal tributo a la muerte, y a Elena, causa de tanto dano, llevan su presa Menalao[265] y Agamenon? Y lo peor es que los mirmidones se han apoderado del tesoro troyano.

–Vuelva a su juicio–dijo el Guesped–; que aqui no hay almidones ni toda esa tropelia de disparates que ha referido, y mucho mejor fuera llevalle a casa del Nuncio[266], donde pudiera ser con bien justa causa mayoral de los locos, y metelle en cura; que se le han subido los consonantes a la cabeza, como tabardillo.

–iQue bien entiende de afectos el senor Gueesped!–respondio el Poeta, encorporandose un poco mas.

–De afectos ni de afeites–dijo el Gueesped–no quiero entender, sino de mi negocio: lo que importa es que manana hagamos cuenta de lo que me debe de posada, y se vaya con Dios; que no quiero tener en ella quien me la alborote cada dia con estas locuras: basten las pasadas, pues comenzando a escribir, recien llegado aqui, la comedia de El Marques de Mantua, que zozobro y fue una de las silbadas, fueron tantas las prevenciones de la caza y las voces que dio, llamando a los perros Melampo, Oliveros, Saltamontes, Tragavientos, etcetera, y el “iAtaja, ataja!” y el “iGuarda el oso cerdoso, y el jabali colmilludo!”, que malpario una senora prenada que pasaba del Andalucia a Madrid, del sobresalto; y en esotra de El Saco de Roma, que entrambas parecieron cual tenga la salud[267], fue el[268] estruendo de las cajas y trompetas, haciendo pedazos las puertas y ventanas deste aposento a tan desusadas horas como estas, y el “iCierra, Espana!”[269], “iSantiago, y a ellos!”, y el jugar la artilleria con la boca[270], como si hubiera ido a la escuela con un petardo, o criadose con el basilisco de Malta[271], que engano el rebato a una compania de infanteria que alojaron[272] aquella noche en mi casa, de suerte, que, tocando al arma, se hubieron de hacer a escuras unos soldados pedazos con otros, acudiendo al ruido medio Toledo con la justicia, echandome las puertas abajo, y amenazo a hacer una de todos los diablos; que es poeta grulla, que siempre esta en vela, y halla consonantes a cualquiera hora de la noche y de la madrugada.

El Poeta dijo entonces:

–Mucho mayor alboroto fuera si yo acabara aquella comedia de que tiene vuesa merced en prendas dos jornadas por lo que le debo, que la llamo Las Tinieblas de Palestina, donde es fuerza que se rompa el velo de el Templo en la tercera jornada, y se escurezca el sol y la luna, y se den unas piedras con otras, y se venga abajo toda la fabrica celestial con truenos y relampagos, cometas y exhalaciones, en sentimiento de su Hacedor; que por faltarme los nombres que he de poner a los sayones no la he acabado. iAhi me dira vuesa merced, senor Gueesped, que fuera ello!

–Vayase–dijo el Mesonerazo–a acaballa al Calvario, aunque no faltara en cualquiera parte que la escriba o la representen quien le crucifique a silbos, legumbre y edificio[273].

–Antes resucitan con mis comedias los autores–dijo el Poeta–; y para que conozcan todos vuesas mercedes esta verdad y admiren el estilo que llevan todas las que yo escribo, ya que se han levantado a tan buen tiempo, quiero leelles esta.

Y, diciendo y haciendo, tomo en la mano una rima de vueltas de cartas viejas, cuyo bulto se encaminaba mas a pleito de tenuta[274] que a comedia, y arqueando las cejas y deshollinandose los bigotes, dijo, leyendo el titulo, de esta suerte:

–_Tragedia Troyana, Astucias de Sinon, Caballo griego, Amantes adulteros y Reyes endemoniados_. Sale lo primero por el patio, sin haber cantado, el Paladion[275], con cuatro mil griegos por lo menos, armados de punta en blanco[276], dentro del.

–?Como–le replico un caballero soldado de aquellos que estaban en cueros, que parece que se habian de echar a nadar en la comedia–puede toda esa maquina entrar por ningun patio ni coliseo de cuantos hay en Espana, ni por el del Buen Retiro, afrenta de los romanos anfiteatros, ni por una plaza de toros?

–iBuen remedio!–respondio el Poeta–. Derribarase el corral y dos calles junto a el para que quepa esta tramoya, que es la mas portentosa y nueva que los teatros han visto; que no siempre sucede hacerse una comedia como esta, y sera tanta la ganancia, que podra muy bien a sus ancas sufrir todo este gasto. Pero escuchen, que ya comienza la obra, y atencion, por mi amor. Salen por el tablado, con mucho ruido de chirimias y atabalillos, Priamo, rey de Troya, y el principe Paris, y Elena, muy bizarra en un palafren, en medio, y el Rey a la mano derecha (que siempre desta manera guardo el decoro a las personas reales), y luego, tras ellos, en palafrenes negros, de la misma suerte, once mil duenas a caballo.

–Mas dificultosa apariencia es esa que esotra–dijo uno de los oyentes–, porque es imposible que tantas duenas juntas se hallen.

–Algunas se haran de pasta[277]–dijo el Poeta–, y las demas se juntaran de aqui para alli; fuera de que si se hace en la Corte, ?que senora habra que no envie sus duenas prestadas para una cosa tan grande, por estar los dias que se representare la comedia, que sera, por lo menos, siete u ocho meses, libres de tan cansadas sabandijas?[278]

Hubieronse de caer de risa los oyones[279], y de una carcajada se llevaron media hora de reloj, al son de los disparates del tal Poeta, y el prosiguio diciendo:

–No hay que reirse; que si Dios me tiene de sus consonantes, he de rellenar el mundo de comedias mias, y ha de ser Lope de Vega (prodigioso monstruo espanol y nuevo Tostado en verso) nino de teta conmigo, y despues me he de retirar a escribir un poema heroico para mi posteridad, que mis hijos o mis sucesores hereden, en que tengan toda su vida que roer silabas. Y agora oigan vuesas mercedes…:–amagando a comenzar (el brazo derecho levantado) los versos de la comedia, cuando todos a una voz le dijeron que lo dejase para mas espacio, y el Gueesped, indignado, que sabia poco de filis[280], le volvio a advertir que no habia de estar un dia mas en la posada.

La encamisada[281], pues, de los caballeros y soldados se puso a mediar con el Gueesped el caso[282], y don Cleofas, sobre un Arte poetica de Rengifo[283], que estaba tambien corriendo borrasca entre esotros legajos por el suelo, tomo pleito homenaje[284] al tal poeta, puestas las manos sobre los consonantes, jurando que no escribiria mas comedias de ruido, sino de capa y espada, con que quedo el Gueesped satisfecho; y con esto se volvieron a sus camas, y el Poeta, calzado y vestido, con su comedia en la mano, se quedo tan aturdido sobre la suya, que aposto a roncar con los Sietes Durmientes[285], a peligro de no valer la moneda cuando despertase.